Tus hijos no son tus hijos


Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no pueden visitar
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.

Khalil Gibran

Baba Yaga: Recuperar a la mujer salvaje

Conforme va pasando el tiempo, las madres nos acostumbramos a la rapidez de lo cotidiano, a atender nuestro trabajo fuera o dentro de casa y a estar pendientes del niño (o los niños), de sus necesidades, de los requerimientos del día a día… así entramos poco a poco en una espiral que nos conduce a adosarnos cada vez más a nuestro “perfil maternal”, relegando u olvidando a veces aquella parte de nosotras que nos saca de esos límites de lo materno establecido, lo socialmente aceptado… esa parte que pide expresarnos libremente, nuestra parte “onduleante” de mujer, la que fluye por la vida con el pelo al viento, sin maquillaje, sin moldes de ropa o de comportamiento…
 
Por eso detrás de Artemisa nos visita la diosa eslava Baba Yaga, que también tiene algo que recordarnos.
 

Artemisa: Traerse de vuelta

Cuando nuestro/s hijo/s rondan o pasan la barrera de los dos años suele darse la oportunidad para que las madres comencemos a respirar con algo más de tranquilidad. Es el tiempo en que el padre puede pasar a tomar un papel más relevante sacando a su hijo a “ver el mundo”, enseñándole a relacionarse con el exterior de manera más activa porque el niño o la niña ya tiene otra autonomía. Paulatinamente, a ratos, se va despegando del calor materno para explorar lo que hay afuera. El padre le muestra el mundo, la madre “le espera a su vuelta”. La madre, arquetípicamente, es el hogar al que retornar.
 
Pero sucede a menudo que, llegado este punto en la vida de nuestro hijo e incluso cuando este punto ya pasó con creces, las madres estamos tan acostumbradas a no soltarle o a estar continuamente pendientes de él… que no nos damos cuenta de que es tiempo de ir soltando la cuerda, y que eso será lo que nos permita re-encontrarnos con nosotras mismas.