A menudo les digo a las mujeres embarazadas que vienen a Yoga que observen en su vida cotidiana las veces que tienen algún tipo de dolor puntual agudo y cómo responde su cuerpo ante él. Cualquier ejemplo es válido, yo les recuerdo el momento en que se depilan. Si hay dolor, incluso sin ser especialmente agudo, ¿qué sucede en nuestro rostro? El gesto se contrae, solemos tensar la mirada, apretar los dientes y con ellos la mandíbula, además de contraer varios músculos en general.
Cuando el dolor llega durante un trabajo de parto suele suceder lo mismo en nuestro rostro: acumulamos tensión y apretamos huesos y músculos de nuestra boca. Sin embargo esto dificulta el proceso. Nunca una mujer necesita tanto aflojar su cuerpo como en este momento: tener las mandíbulas relajadas, fluida la respiración, flexibles los músculos desde la cabeza hasta los pies. Si la boca no está relajada no puede estarlo la musculatura, porque la boca es una llave que puede hacer que nuestro cuerpo se abra o se cierre. Cuando cerramos las mandíbulas, la musculatura del cuello, la espalda o las piernas se contraen.
Pero además hay una conexión directa entre la boca y el útero, y entre la garganta y la vagina. “Como es arriba es abajo”, nuestra parte superior está conectada con nuestra parte inferior. Los diafragmas de nuestro cuerpo (cervical, torácico y pélvico) están conectados. Si se cierra uno se cierran los otros, si abrimos y relajamos uno, los otros van detrás.