Divorcio: desarrollo de los niños y etapas del duelo

Ocho momentos vulnerables para los niños cuando los padres se divorcian

1. Cuando le dices a tu hijo por primera vez que mamá y papa se van a divorciar.
2. Cuando le dices a tu hijo que mamá o papá se mudará.
3. Cuando se están determinando los acuerdos sobre la custodia. 
4. Cuando se está lidiando con los acuerdos económicos/régimen matrimonial.
5. Cuando tu hijo comienza a vivir en un mundo dividido: casa de mamá/casa de papá.
6. Cuando uno o ambos padres comienzan a salir con alguien.
7. Cuando uno de los padres decide mudarse lejos. 
8. Cuando los padres deciden volver a casarse y se crea una familia reconstituida.

Es de suma importancia que las decisiones que se tomen respecto a los acuerdos de la custodia del niño, cuando los padres se separan o divorcian, estén basados en las necesidades de desarrollo y temperamento del niño y no en lo que les resulta más conveniente a los padres. Los niños necesitan tener un contacto cercano con ambos padres. Esto es primordial para los bebés y niños muy pequeños, necesitan sentirse seguros para formar apegos sanos. Si resulta posible, son importantes las visitas diarias por parte del padre que no tiene la custodia. A un bebé no le puedes explicar con palabras que papá regresará la próxima semana. 

A medida que los niños se hacen mayores y comienzan a separarse de sus padres, su identidad única se forma a través de la emulación dada por ambos padres. Cuando pierden contacto con uno de los padres, es como si una parte de ellos mismos fuera mala, hubiera muerto o ambas cosas. Ten cuidado de  no despreciar al otro padre, ya que esto tiene el efecto predecible de despreciar la autoestima del niño también. Esto es debido a que ambos padres viven dentro del niño, sin que importe si tú deseas que sea así o no, las cosas son así. 

A los adolescentes les va bien con visitas menos frecuentes, sin embargo todavía tienen la necesidad de contar con fuertes figuras paternas que puedan establecer reglas firmes a medida que los adolescentes se aventuran a salir al mundo, volviéndose cada vez más independientes. Igual que los niños pequeños que quieren la estabilidad de tener un padre cerca en caso de que lo necesiten los adolescentes se dan cuenta de que, sin la base firme de un hogar, el divorcio puede resultarles muy desorientador, a medida que se arriesgan hacia diferentes sistemas de valores entre su grupo de pares.

Todos los niños necesitan saber que pueden permanecer siendo niños incluso cuando su familia se haya reestructurado de manera permanente. Lo que sucede a menudo es que, especialmente en las familias monoparentales, los niños son forzados a crecer demasiado rápido. Si se hacen cargo de responsabilidades adultas y de cargas emocionales esto compromete el desarrollo de su identidad única y de su sentido de identidad. Afortunadamente, esta distorsión del yo se puede prevenir al evitar la discordia en frente de los niños (especialmente cuando se trata de temas económicos o de custodia que les son relevantes) y al no obviar sus necesidades de infancia debido al propio dolor e incapacidad de sobrellevar la situación del adulto. Si el divorcio te ha resultado insoportablemente doloroso, la mejor manera en la que puedes ayudar a tu hijo es buscando ayuda profesional para ti. 

Casi todos los niños tienen dos fantasías: una es que los padres algún día se reúnan, y la otra es que ellos (los niños) tienen, por lo menos en parte, la culpa del divorcio. Esto se llama "pensamiento mágico" y es especialmente común en niños de entre los cuatro y los once años de edad. Si creen que tuvieron algo que ver con la ruptura, entonces creen que lo pueden arreglar. Este pensamiento mágico debe disiparse, y la forma más fácil es hablando con ellos de manera natural.

Los niños a menudo se preocupan, "¿Quién se hará cargo de mí?", y "¿Dónde encajo?" Si tanto en casa de papá como de mamá los  niños tienen un lugar especial para sí mismos que sea cómodo, con juguetes, ropa, libros, música y otras de sus posesiones favoritas, esto puede ayudar al niño de manera sustancial al saber que tiene un lugar estable en el corazón de cada uno de sus padres. Es importante que sepan que viven en ambas casas, no que viven en una y "visitan" la otra, como si fueran un extraño en una tierra extraña. Y sobre todo, asegúrale, asegúrale, asegúrale que es tu hijo y que los padres no se divorcian de niños. Los adultos se divorcian de adultos. 

Aun en el mejor escenario posible, cuando una decisión mutua se alcanza por dos adultos maduros que reconocen que ya no son adecuados el uno para el otro, el divorcio no es fácil para los niños. Saber que sus padres ya no están juntos es tan doloroso como inexplicable.

El duelo

Cuando los niños pasan por cambios no deseados y alteraciones en sus vidas, pueden experimentar muchos sentimientos confusos y que entran en conflicto. Por ejemplo, pueden sentir enfado, dolor y miedo y, a la vez, sentir una sensación de alivio. Otras emociones que se pueden expresar (o reprimir) incluyen vacío, rabia, decepción, soledad, tristeza y culpa.

El dolor trae una sensación de pérdida y tristeza profunda cuando alguien o algo que amamos se ha ido para siempre. El duelo es parte de la vida. La alegría y el duelo van de la mano. No podemos tener una cosa sin la otra.

Aprender a cómo apoyar a los niños a través del proceso de duelo es una de las maneras mas importantes en las que puedes ayudarlos a lidiar con los desagradables altibajos que son parte inevitable de crecer, y de la vida en general. Los niños se transforman en adultos maduros no al protegerlos de la frustración y del dolor, sino al tener padres habilidosos que, a través del ejemplo, la amabilidad, la compasión y el apoyo, los ayudan a enfrentar sus decepciones y frustración de frente.

El proceso de duelo no es lineal. Tiene varias etapas, que serán transitadas, visitadas y re-visitadas por el niño en varios momentos. Justo cuando piensas que tu hijo ya no está triste, los sentimientos vuelven a surgir. Esto puede ser particularmente cierto en aniversarios, vacaciones y otras circunstancias que sirven como recordatorios de la pérdida.

La primera etapa del duelo es la negación o la incredulidad. A  menudo se da una reacción de choque más profunda en esta primera etapa. Si este es el caso, tendrás que ayudar a tu hijo a salirse de este estado de parálisis al ayudarlo a identificar y a sentir las sensaciones hasta que se muevan y cambien. Esto es importante para que no se quede atorado en la fantasía por ejemplo de que sus padres se volverán a casar.

Las siguientes dos etapas lidian directamente con emociones. En la segunda etapa, surgirán la tristeza y dolor. La tercera etapa tiene que ver con sentir enfado y resentimiento. Las etapas dos y tres, en pafticular, tienden a alternarse durante un tiempo. También incluyen emociones más matizadas, como la irritabilidad, la frustración, el vacío, la decepción y la preocupación. No hay nada más difícil que separarse de alguien a quien uno ama. Estar molesto es una pare normal del proceso de duelo. Cuando tu hijo es capaz de expresar sus sentimientos, es una buena señal de que está saliendo de la inmovilidad, la impotencia y la fantasía de la primera etapa. Tu tarea es ayudar a crear un "contenedor" seguro para sostener la pena y el enfado de tu hijo.

La cuarta etapa del duelo es la negociación. En esta etapa es importante ayudar a los niños a mantener un sentido de identidad fuerte, una sensación de confianza de que pueden manejar el dolor en el aquí y el ahora, en vez de hacer un intento fútil de cambiar las circunstancias a través de manipulaciones mentales para recuperar el pasado. Ésta es la etapa de añoranza en la que escuchamos: "Tendría que haber, hubiera podido, debería hacer... y quizás esta cosa terrible nunca hubiera sucedido". También podría implicar hacer tratos: "Si ruego con más fuerza, o me ocupo de mis quehaceres, por favor haz que regrese".

Esta etapa es similar a la primera etapa: la negación. Es negación con un poco más de reflexión, culpa y reproche agregados. De nuevo, en esta etapa es importante que el niño reciba ayuda para moverse a través de las sensaciones que acompañan a estos pensamientos para que no se quede atorado en la vergüenza y en la culpa.

La etapa final del duelo es la aceptación de la realidad de lo que sucedió, junto con la voluntad de seguir adelante con la vida al máximo posible, a veces aun con  más vitalidad y propósito. Esto es fundamentalmente diferente de una actitud de "ya, supéralo" o "es hora de seguir adelante" o "enterrar los sentimientos". No significa que el niño jamás volverá a sentir tristeza. Pero sí significa que la energía atada en una combinación de reacciones de choque y dolor ha sido liberada para que realmente haya una sensación de culminación. La energía del niño puede entonces usarse para crecer, mientras se enfrenta a los desafíos a lo largo del camino hacia la madurez.


Tomado de: "Tus hijos a prueba de traumas" (P. Levine y M. Kline)