Adviento


Voz interior, alma mía, corazón ardiente
que en lo recóndito de la noche
iluminas tenue este momento
y lo cubres de calidez y de fe.
Ven, ven ahora...

Tu voz no grita, pero acalla los temores
que se empeñan en regresar.
Tu voz no ordena, pero detiene las dudas
que la mente bombea incansable.
Tu voz no me acelera, pero excita mi interior dulcemente,
trae la ilusión, la posibilidad infinita,
el juego, la esperanza y la alegría.

Si escucho tu voz, alma mía, 
en esta noche estrellada,
tal vez pueda unirla a los anhelos de los corazones
que me acompañan y a los que acompaño.
Tal vez nuestras almas hermosas se encuentren 
en algún lugar del sueño
y sigan tejiendo con hilos de colores 
hechos de risas, de llantos,
con hebras de valentía pura
que se lleven lejos los temores 
y barran muros y armaduras.

Voz interior, alma mía, corazón ardiente 
que en lo recóndito de la noche
iluminas tenue este momento y lo cubres de calidez y de fe.
Ven, ven ahora...

Y que al despertar mañana, 
sea ese corazón el que despierte, 
sea esa Voz el impulso que mueva el primer pensamiento, la primera obra.

Ahora suave, queda... pósate en calma mientras duermo y el descanso llega.