Artemisa: Traerse de vuelta

Cuando nuestro/s hijo/s rondan o pasan la barrera de los dos años suele darse la oportunidad para que las madres comencemos a respirar con algo más de tranquilidad. Es el tiempo en que el padre puede pasar a tomar un papel más relevante sacando a su hijo a “ver el mundo”, enseñándole a relacionarse con el exterior de manera más activa porque el niño o la niña ya tiene otra autonomía. Paulatinamente, a ratos, se va despegando del calor materno para explorar lo que hay afuera. El padre le muestra el mundo, la madre “le espera a su vuelta”. La madre, arquetípicamente, es el hogar al que retornar.
 
Pero sucede a menudo que, llegado este punto en la vida de nuestro hijo e incluso cuando este punto ya pasó con creces, las madres estamos tan acostumbradas a no soltarle o a estar continuamente pendientes de él… que no nos damos cuenta de que es tiempo de ir soltando la cuerda, y que eso será lo que nos permita re-encontrarnos con nosotras mismas.

Hoy dedico esta entrada a todas las mamás que se encuentran alrededor de este tiempo, a todas las mamás que cuidan o cuidaron con tanta dedicación a sus retoños, que desean con todo el corazón seguir cuidándoles y sienten que tienen tiempo para muy poquito más, o tal vez para nada más…
 
¿Qué tal si encontraras un pequeño oasis en el ajetreo de tu vida? ¿Qué tal si, ahora que hay alguna posibilidad, te dedicas un poco más de atención? Es probable que necesites un descanso. Un descanso con tu pareja, o con los amigos, o un descanso para ti sola…
 
¿Cómo podrías descansar un fin de semana? Tal vez no sea tan complicado, la creatividad da lugar a buenas soluciones cuando se desea algo de corazón, después el Universo fluye contigo. No hace falta irse a la playa, o muy lejos… ni siquiera hace falta gastar dinero si te vas a casa de algún amigo que te preste su casa cuando él no esté (incluida su bañera), o si la opción de quedarte en casa mientras los niños se van con un familiar suena a música celestial para ti… Si no dispones de fines de semana tal vez lo puedas arreglar de otra manera, regalarte alguna mañana, alguna tarde larga… o instaurar, si los demás te lo permiten, una tarde a la semana para ti sola.
 
El tema es que te concedas algo de tiempo para detenerte y retornar a ti, para volver a conocerte, para mimarte, y para algo muy importante: dejar que las personas cercanas se ocupen de todo lo demás. Pareja, amigas, familiares… Tiempo para preguntarte “¿qué necesito ahora?”.
 
Porque somos madres, pero también somos mujeres… y para continuar con nuestra vida y hacerla más plena es bueno no perder de vista nuestras necesidades íntimas, buscar o reencontrarnos con aquello que nos reconforta y nos hace vibrar.
 
La diosa griega Artemisa tiene un mensaje para nosotras. Nos habla de todo esto, de volver a nuestro centro, de volver a nuestro Ser para desde ahí discernir los siguientes pasos a dar. Cuando hay un objetivo sincero, es más fácil disparar el arco y dar en el blanco.


Artemisa
 (tomado de “El oráculo de la diosa”, de Amy Sophia Marashinsky).
 
Soy quien soy,
y sé quién soy.
Puedo cuidar de mí misma
en todas las circunstancias
y puedo dejar que otros cuiden de mí.
Mis poderes de discernimiento
están perfectamente afinados.
Soy autónoma,
no me dejo influir
por las opiniones de los demás.
Soy capaz de discernir
lo que hay que discernir
para llegar a una decisión clara.
Pienso por mí misma.
Pongo el ojo en algo
y apunto mi arco.
Mis flechas
siempre alcanzan su objetivo.

Artemisa, diosa polifacética que los griegos redujeron a los dominios de la Luna y el parto, virgen y cazadora, representaba en realidad lo femenino en todos sus aspectos. Ella era la cazadora que protegía a los animales y la virgen (íntegra y completa en sí misma) que hacía el amor en los bosques. Cuando Artemisa era una niña pequeña su padre, Zeus, le preguntó qué regalo le gustaría. Artemisa respondió: “Quiero correr para siempre, salvaje y libre con mi jauría en los bosques y no casarme jamás”.
 
Artemisa dispara la flecha de la autoafirmación en tu vida para hacer que te centres en ti misma. ¿Has estado demasiado tiempo al servicio de los demás sin asegurarte de lo que necesitabas para ti misma? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que tuviste tiempo o espacio para ti? ¿Los límites de tu identidad se te antojan desdibujados y confusos? ¿Piensas que no tienes derecho a un yo propio, sino que tienes que pensar siempre en los demás, anteponiendo sus necesidades a las tuyas, hasta que no sepas quié eres ni qué quieres? Éste es el momento de entrar en ti misma. Éste es el momento de prestar atención a las susurrantes voces de tus propias necesidades. Éste es el momento de llevarte de vuelta, y de celebrar y de fortalecer aquello que eres. Artemisa dice que la totalidad se nutre cuando te honras, te respetas y te concedes tiempo. También te pregunta cómo esperas alcanzar blanco alguno si no dispones de un yo desde el cual disparar.

 
Meditación: Traerse de vuelta
 
Puedes hacer esta meditación en cualquier momento o en cualquier lugar. Puedes hacerla sola o bien delante de la persona o personas a las que les has dado trozos de ti misma. La puedes hacer sentada, de pie, o echada, pero siempre con la espalda recta.

Cierra los ojos. Inspira profundamente y deja salir el aire. Inspira profundamente de nuevo, llevando el aire hasta tu útero, hasta tu centro. Observa tu cuerpo. Pregúntate si te faltan muchos trozos. Ábrete y consiéntete la sensación, la imagen o el sentimiento que te permita saber dónde están esos trozos perdidos. Por ejemplo: ¿le diste a tu pareja el trozo de la alegría y ahora no puedes experimentar la alegría sin él/ella? ¿Le diste a tus hijos un pedazo grande de ti misma y ahora que han crecido te sientes perdida?

Llama a todos esos trozos para que vuelvan a casa. Percibe, siente o ve cómo esos trozos perdidos vuelven a ti. Déjalos regresar a tu cuerpo y,  mientras lo hacen, siente cómo ganas en fuerza y vitalidad. Cuando hayas terminado de traerte de vuelta, quizá desees reforzar tus límites y ponerle nombre a tus trozos. Dales las gracias a tus trozos por haber vuelto y abre los ojos. ¡Bienvenida a casa!

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