No hay quien las entienda

"A las mujeres no hay quien las entienda".

Hace poco he vuelto a escuchar esta frase que hace mucho tiempo no escuchaba… y me ha llamado mucho la atención la cantidad de información que lleva implícita, la cantidad de energía densa que remueve, tanto en el que la dice como en quien la escucha.

Es de esas frases que solemos usar cuando queremos tirar algo a la cara de otro, como un bofetón.

Tiene muchas connotaciones culturales, pues se ha dicho muchas veces para afianzar una postura de incoherente superioridad masculina relegando a la posición de “loca” a la mujer.

Vamos, que es una frasecita abofeteadora que usa tanto el hombre como la mujer (que la usa con ironía para ponerle a él la etiqueta de "incapaz emocional", algo así como "los hombres no entendéis nada").

Decir una frase así es la mejor forma de perpetuar la incapacidad de comunicación entre personas, tanto hombres como mujeres, que la usan para justificar su renuncia al diálogo y sobre todo a la empatía, a tratar de comprender al otro desde lo que es el otro.

Es una de esas frases que surge desde nuestras propias sombras con el único ánimo de mantener la separación, como si nos dijera: ”no es posible el entendimiento”. Y aquí me pregunto ¿no es posible el entendimiento?

Yo sigo pensando que sí, y quizá sea de alguna ayuda:

1.- evitar frases de ese tipo, pues sólo decirlo perpetúan la energía de separación. La palabra tiene poder y conviene revisar determinadas expresiones.

2.- tratar de empatizar, ponerse en el lugar del otro, porque puede ser que desde mi posición de hombre no entienda a la mujer, pero si me pongo en su lugar y trato de ver las cosas desde su perspectiva me ayudara a comprender (lo mismo para ella). No quiere decir que tenga que hacer lo que el otro me pide, pero sí me permitirá caminar con ella, aprender de ella y quizá enseñarle a ella, es decir, crecer y comprender juntos, no separados.

3.- no tener miedo a la empatía: es habitual que el hombre no quiera ponerse en el lugar de la mujer, y habrá muchas razones internas para ello que se podrían sacar a la luz, pero no ayuda nada el no hacerlo porque se nos llame sensibles (o sensiblones), nenazas,… o lo que nos quieran llamar. El caso es que no hacer algo que facilite la unión por el miedo al qué dirán de nosotros, ya no tiene mucho sentido en los tiempos que corren.

En resumen, esta expresión me parece un poco “vieja”, la diga quien la diga. No estamos ya para andar separados, sino unidos, reconocidos y aceptados en las diferencias, confluyendo en una misma corriente armonizadora que hará de todos mejores personas y mejores seres.

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